Dionel Vecchini
14-May-25
SEATTLE, WA — La magia se terminó para los Seattle Mariners. Luego de nueve series ganadas de forma consecutiva, cayeron ante los Toronto Blue Jays y los New York Yankees. Como toda racha, en algún momento debía terminar. Pero esta vez, lo que dolió fue la forma. Especialmente por lo que se vivió en las gradas del T-Mobile Park.
Una vez más, el estadio se tiñó de azul ante la visita de los Blue Jays, que volvieron a sentirse como en casa. Durante todo el fin de semana, los cánticos de “Let’s Go Blue Jays” dominaron el ambiente y, además, no faltaron las camisetas de los Edmonton Oilers en las tribunas —un guiño que algún fanático del Seattle Kraken probablemente sintió. Seattle jugó en casa… pero no se sintió local.
Es cierto que la cercanía geográfica favorece este fenómeno. Pero si Seattle quiere convertirse en una plaza difícil, hay algo que debe construirse desde las gradas, e incluso desde la organización: identidad, presión… aura. El visitante debe sentirse bienvenido siempre. Cómodo… no tanto.
Este fenómeno se repitió, aunque en menor medida, ante los Yankees. Las rayas de los del Bronx se volvieron una barrera entre el aficionado y la acción. El número 99 aparecía —inevitablemente— en la pantalla gigante, incluso cuando en el estadio se pedía el “Rally Time” para los Mariners. La referencia de los fanáticos locales era Aaron Judge.
¿Cómo se espera entonces recibir a estos rivales en una posible serie de Wild Card? ¿De qué sirve luchar por ese cupo si, llegado el momento, el equipo no contará con la ventaja real de ser local?
Es válido preguntarse qué siente un pelotero al ver su estadio teñido con colores ajenos. Al escuchar más ruido cuando batea el rival que cuando conecta el suyo.
Durante estos últimos seis juegos, hubo momentos que inclinaron la balanza y definieron el destino de las series. Batazos que pasaron a centímetros de los guantes locales, que rebotaron y se fueron de cuadrangular. Piconazos que terminaron en las manos del receptor rival. Tiros de rutina que se desviaron hasta el fondo del diamante. La localía —y lo que aporta el fanático con su energía— es clave para que esos pequeños momentos terminen del lado propio. Pero cuando vemos un estadio que se vuelve desconocido, ya no hay “Electric Factory”. Se convierte, simplemente, en un alquiler temporal.
Ese ambiente, tan ajeno, recibió a unos Mariners que atraviesan la transición hacia el segundo cuarto del calendario. El lineup comienza a mostrar señales de solidez, con Cal Raleigh marcando el paso ofensivo. El receptor ya suma 13 cuadrangulares y se ubica a solo dos de… ¿adivinaron?… Aaron Judge. Su producción fue clave en la racha de 19 victorias en 26 juegos que llevó al equipo a la cima del Oeste.
Jorge Polanco, aun lidiando con molestias, sigue siendo el motor silencioso. Batea para .324, con 10 cuadrangulares y un OPS de 1.030. Ha estabilizado una alineación que, en abril, parecía inconsistente.
Pero mientras el bateo responde, el pitcheo —la identidad de este equipo— atraviesa su punto más frágil. A las lesiones de George Kirby y Logan Gilbert se sumó la baja de Bryce Miller. Dan Wilson tendrá que encontrar respuesta en los brazos disponibles, apoyándose en Luis Castillo y esperando que el relevo intermedio logre mantener los partidos a tiro para Andrés Muñoz, quien ya lidera la Liga Americana en salvados.
También volvió un viejo fantasma: los ponches. Seattle abanicó 66 veces en seis juegos, factor determinante en la pobre producción ofensiva —solo 16 carreras combinadas ante Toronto y Nueva York.
Toronto barrió sin que Seattle diera señales de control en ningún momento. Mención especial para Addison Barger, quien brilló con seis hits —tres de ellos dobles—, un cuadrangular, cinco empujadas y una defensa magistral. Su aporte, sumado al talento ofensivo de los Blue Jays, los consolida como serios contendientes en el Este de la Americana.
Aaron Judge, por su parte, lideró a unos Yankees que dejaron claro que, en juegos cerrados, será difícil derrotarlos. La expulsión de Aaron Boone fue un mensaje y un espaldarazo para los suyos, mientras la profundidad del equipo quedó en evidencia: son capaces de darle descanso a Paul Goldschmidt y usarlo de emergente; DJ LeMahieu regresó a la alineación, y aunque con un golpe amargo por la lesión de tobillo del venezolano Oswaldo Cabrera, Nueva York volvió a imponerse.
Y todavía espera por Giancarlo Stanton y Jazz Chisholm.
Los Mariners van a una gira de diez juegos, sin descanso: Padres, White Sox y Astros. Con tres abridores fuera y un bullpen desgastado, Seattle entra a un tramo que puede transformarlos una vez más… y que podría definir el destino del Oeste, que hoy todavía lideran.
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