Dionel Vecchini
SEATTLE, WA – Los Seattle Mariners cierran su estadía en casa con un decepcionante balance de 3-6. El equipo parece haber perdido la brújula en el T-Mobile Park, donde ahora tiene marca negativa de 16-17.
Lo más preocupante es que su bandera, el pitcheo, no ha respondido. A las bajas en la rotación se suma un bullpen que no encuentra solidez. Ni siquiera Andrés Muñoz escapó a la crisis. El cerrador, hasta entonces inmaculado, permitió sus primeras carreras del año y fue responsable de un par de ‘blown saves’ en este tramo.
Más allá de ese traspié individual —esperable en cualquier cerrador—, lo que alarma es el colapso colectivo. Washington castigó al pitcheo de Seattle con 19 carreras en tres juegos. En noches consecutivas, el bullpen permitió 6 y luego 7 carreras en entradas extras, y los brazos cedieron un total de 16 cuadrangulares. Cuesta recordar un precedente de esta magnitud para Seattle en los últimos años.
Paradójicamente, Seattle se llevó la serie ante los encendidos Minnesota Twins, pero luego fue barrido por unos Orioles de Baltimore que algunos medios ya descartaban. Baltimore presentó una alineación cargada de zurdos y un Adley Rutschman intratable. Lo mostrado en Seattle deja claro que hay que tomarlos en cuenta: tienen bateo, pitcheo y saben cerrar los partidos.
Seattle ha caído a 1.5 juegos del liderato en la División Oeste y, de momento, está fuera de los puestos de Wild Card. El margen de error se reduce, y la recuperación del equipo pasa, inevitablemente, por la salud y el rendimiento de sus abridores.
Logan Gilbert está cerca de volver a la rotación. George Kirby —quien esta semana mostró señales de consistencia— ya fue anunciado para el domingo, tras superar el pelotazo en el rostro que sufrió el martes. Además, la incorporación de Bryce Miller debería aliviar la carga sobre un bullpen que ha sido exprimido al límite. Hasta ahora, brazos como Vargas, Legumina y Brash rotan sin asumir un rol claro, como si el cuerpo técnico aún estuviera buscando fórmulas en pleno mes de junio.
Mientras el barco se tambalea, Cal Raleigh atraviesa su mejor momento desde que llegó a las Grandes Ligas. Está encendido, perfila para el All-Star Game y, si mantiene este nivel, podría colarse en la conversación por el MVP. Pero su esfuerzo parece aislado. La ya conocida fórmula Julio, Cal y Randy ha tenido que ajustarse para buscar estabilidad en la parte alta del lineup, principalmente por las lesiones y el bajón ofensivo de la terna. Jorge Polanco y Dylan Moore siguen apareciendo como comodines en la alineación, con un Rowdy Téllez que se afianza como el bate protector de Randy Arozarena.
Pero la verdadera alerta está en los cierres de partido en casa. Los Mariners apenas han convertido 8 de 17 oportunidades de salvamento en el T-Mobile Park, muy por debajo del 10 de 13 que han logrado como visitantes. La diferencia no está en el rendimiento general del pitcheo —cuyos números son similares en ambos escenarios—. En casa, simplemente, los juegos se están escapando.
Con un lineup y un bullpen en constante reconstrucción, la gerencia no puede desentenderse. Si los juegos siguen escapándose en casa y el equipo no encuentra constancia en el plato, junio marcará la diferencia entre pelear por algo o simplemente cumplir el calendario. Y será en este tramo donde, una vez más, se pondrá a prueba la habilidad de la directiva para competir a lo grande o conformarse. Se vienen siete series para los Mariners, y queda poco margen de error. Veremos si la gira que hoy comienza en Los Angeles hace que el equipo se reencuentre con la senda ganadora y recupere la esperanza de playoffs.
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