Dionel Vecchini
13-Apr-25
Seattle, WA – Los Mariners reaccionaron tras una dura barrida en San Francisco y se llevaron dos series clave ante rivales directos de división.
Cuando todo apuntaba a otra derrota y a una nueva serie perdida para Seattle, Randy Arozarena conectó un Grand Slam en el octavo inning ante los Houston Astros que encendió el T-Mobile Park… y posiblemente al propio equipo. En el noveno, Julio Rodríguez empató el encuentro con un sencillo de dos carreras, y Arozarena, otra vez protagonista, recibió un boleto con las bases llenas para sellar la remontada y asegurar la primera serie ganada para Seattle en 2025.
Ese impulso anímico se trasladó inmediatamente a la siguiente serie, frente a los Texas Rangers, líderes divisionales al momento de llegar a Seattle. Bajo un clima gélido, el pitcheo local entumeció por completo a la ofensiva visitante. Además, los Mariners castigaron temprano a Jacob deGrom y llevaron el juego hasta las instancias finales, donde Cal Raleigh, usando el ya famoso “Torpedo Bat”, conectó un cuadrangular de dos carreras que selló la victoria.
A partir de ahí, todo fluyó. En el segundo juego, Seattle se impuso 9-2 en una noche donde todo salió: batazos a los ángulos, pelotas que se alejaban de los defensivos de Texas, y wild pitches que rebotaban desde el home plate hasta lo profundo del dogout local. La barrida se completó ante Nathan Eovaldi, quien, pese a una buena actuación, no pudo frenar el momento del equipo. El “Torpedo Bat” de Cal Raleigh volvió a aparecer: con un swing descolgado, la sacó por el jardín derecho para darle a los Mariners una ventaja que sería suficiente para sellar la barrida.
Jorge Polanco, mientras tanto, sigue siendo el motor silencioso a la ofensiva. A pesar de lidiar con molestias en la rodilla que han limitado su participación en el campo, incluyendo batear desde ambos lados del plato, conecta para .378 con 12 impulsadas. Su producción le ha dado estabilidad al lineup y le permite a Dan Wilson ubicarlo a lo largo del orden al bate.
El bullpen, por su parte, ha sido una garantía. Andrés Muñoz acumula seis salvados en seis oportunidades. Eso habla bien de su fiabilidad, pero también expone la delgada línea sobre la que camina este equipo: seis de sus ocho victorias han requerido de su cerrador.
Con esta racha, Seattle trepa al tercer lugar del Oeste, supera a Houston y se coloca a solo juego y medio del liderato divisional, dominado por Los Angeles Angels. Texas, en cambio, vuelve a salir golpeado del T-Mobile Park, donde ha perdido nueve de sus últimas diez visitas, incluidas dos barridas. La de 2024 sigue fresca en la memoria por haber marcado un antes y un después en las aspiraciones de ambos equipos.
Para Arozarena, todo esto representa más que números. Según reportes locales, el toletero no había logrado conectar del todo con el ambiente del clubhouse en Seattle, luciendo distante, distinto al jugador expresivo y energético que fue en Tampa Bay. Pero algo cambió esa noche ante Houston. No solo encendió el estadio; también pareció reencontrarse consigo mismo y con una afición que comienza a reconocerlo como pieza central, vitoreándolo con un “¡Randy, Randy!” que retumbó en el T-Mobile Park. Algo importante para un jugador como él, cuyo vínculo emocional con el público es un motor.
Randy ha expresado su deseo de volver a jugar en octubre y de demostrar que estos Mariners también saben venir de atrás y ganar, incluso cuando todo parece perdido. Esa energía apareció justo cuando el equipo más la necesitaba: en medio de dudas, ajustes y un lineup todavía en construcción.
Quizás fue solo una chispa. Pero a veces solo se necesita un momento así para cambiar el rumbo de la historia. Hoy, por primera vez, Seattle quiere creer.
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